[La historia de Eton de Christopher Hollis recoge la siguiente descripción de Swinburne por su primo Lord Redesdale. Traducción de Victoria Parra Ortiz revisada y editada por Asun López-Varela. El dise�o HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

�Qué criaturita tan frágil parecía ahí de pie entre sus padres, con sus asombrados ojos puestos en mí! Llevaba abrazado el Shakespeare de Bowdler, un tesoro muy preciado, encuadernado en piel marrón, y como señal, un lacito de papel, creo que azul, con un botón de esa marquetería tan pagana denominada "Tunbridge ware" colgando en un extremo. �l era extrañamente diminuto. Sus miembros eran pequeños y delicados; y sus hombros caídos parecían demasiado débiles como para soportar su gran cabeza, exagerada por la alborotada masa de pelo rojo que se levantaba casi perpendicular a ella. Sus devotos dicen que su pelo había sido una 'aureola dorada'. En aquella época, no tenía nada de dorado. Un rojo violento, agresivo es lo que era; inconfundibles zanahorias nada poéticas.

Sus facciones eran pequeñas y bellas, cinceladas tan delicadamente como las de una obra maestra de algún escultor griego. Su piel era muy blanca — sin parecer enfermo, era de un blanco transparente, como el que se puede ver en los pétalos de algunas rosas — . Su cara era la réplica exacta de la de su querida madre, y ella fue una de las mujeres más refinadas y encantadoras. Otra característica que Algernon heredó de su madre fue la voz. Todo el que le conoció seguramente recuerda esa voz de una suavidad exquisita y una entonación bastante cantarina� Su lenguaje, incluso a esa edad, resultaba hermoso, imaginativo y de una rica variedad. En general, el recuerdo que tengo de él, de aquellos días de escuela, es el de un compañerito fascinante y tremendamente adorable. Sólo es la impresión de un niño sobre otro niño. Pero creo que es justa. [Págs. 291-92; Hollis no provee la fuente de estas palabras de Lord Redesdale.]

What a fragile little creature he seemed as he stood there between his father and mother, with his wondering eyes fixed upon me! Under his arm he hugged Bowdler's Shakespeare, a very precious treasure, bound in brown leather, with, for a marker, a narrow slip of ribbon, blue I think, with a button of that most heathenish marqueterie called Tunbridge ware dangling from the end of it. He was strangely tiny. His limbs were small and delicate; and his sloping shoulders looked far too weak to carry his great head, the size of which was exag- gerated by the tousled mass of red hair standing almost at right angles to it. Hero-worshippers talk of his hair as having been a 'golden aureole'. At that time there was nothing golden about it. Red, violent, aggressive red it was, unmistakeable, unpoetical carrots.

His features were small and beautiful, chiselled as daintily as those of some Greek sculptor's masterpiece. His skin was very white — not unhealthy but a transparent tinted white, such as one sees in the petals of some roses. His face was the very replica of that of his dear mother, and she was one of the most refined and lovely of women. Another characteristic which Algernon inherited from his mother was the voice. All who knew him must remember that exquisitely soft voice with a rather sing-song intonation .. . . His language, even at that age, was beautiful, fanciful and richly varied. Altogether my recollection of him in those school days is that of a fascinating, most loveable little fellow. It is but a child's impression of a child. But I believe it to be just. [pp. 291-92; Hollis does not provide a source of Lord Redesdale's words.]

Referencias

Hollis, Christopher. Eton: A History. Londres: Hollis and Carter, 1960.


Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 3 de marzo de 2011