Los suicidas poseídos, que, como el caso de Nickleby, están atormentados por los fantasmas de su propio yo, aparecen con cierta regularidad en Dickens, pero sobre todo abundan en la ficción del escritor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu. El propio Dickens estaba fascinado por el trabajo de Le Fanu, y publicó “Te verde” (“Green Tea”) en su revista All tbe Year Round (1869). La correspondencia de Dickens relativa a esta publicación tiene un gran interés en sí misma. Convencido de que Le Fanu era un experto en “ilusiones espectrales” (considerando los pasajes que había escrito sobre Swedenborgianismo), Dickens pidió que Le Fanu mandara a Madame de la Rue toda la información posible sobre tales ilusiones. Madame de la Rue, una de las amigas de Dickens, llevaba treinta o cuarenta años sufriendo visiones de espectros, y Dickens ya había intentado curarla con mesmerismo. Los personajes poseídos de Le Fanu , no son, sin embargo, mujeres, sino hombres aristócratas, como Varney. Atormentados por alucinaciones grotescas y personificaciones del mal con diversas formas de “Otros” (fantasmas, monos espectrales u otros seres sobrenaturales), son finalmente conducidos a la muerte. Aquí parece de nuevo que sus fantasmas son aspectos de un yo desplazado y representado como objetos o personas fuera del yo. Algunos pueden ser tocados y vistos por más gente que aquellos a los que han poseído. Todos son destructivos por igual.
En el relato de Le Fanu “La fortuna de Sir Robert Ardagh” “The Fortunes of Sir Robert Ardagh”) N. del T.: Este cuento está basado en “Sir DominickÕs Bargain”, que Le Fanu publicó en Julio de 1872 en All the Year Round (escrito en 1838-1840), [109/110] Ardagh es acosado por un mayordomo extranjero llamado Jaque, conocido por los sirvientes de Ardagh como “Jack, el demonio”:
La apariencia personal de este hombre era, por decirlo de una forma eufemística, extremadamente rara; era bajo de estatura, y este defecto se destacaba aún más por una distorsión de la columna vertebral, tan pronunciada como para formarle una joroba; sus rasgos tenían también esa forma afilada y ese color enfermizo que generalmente acompaña a la deformidad; su cabello, que era negro como el hollín, caía sobre sus hombros en pesados y descuidados rizos, y siempre sin empolvar (una peculiaridad de aquellos tiempos). Había algo igualmente desagradable en la circunstancia de que nunca levantaba la mirada para encontrarse con la del otro; este hecho era a menudo nombrado como una prueba de que había algo en él no del todo correcto, afirmando que no era el resultado de la timidez, que en la mayoría de los casos induce a este hábito, sino a la conciencia de que su ojo poseía un poder que, si se exhibía, desvelaría un origen sobrenatural.
This man's personal appearance was, to say the least of it, extremely odd; he was low in stature; and this defect was enhanced by a distortion of the spine, so considerable as almost to amount to a hunch; his features, too, had all that sharpness and sickliness of hue which generally accompany deformity; he wore his hair, which was black as soot, in heavy neglected ringlets about his shoulders, and always without powder — a peculiarity in those days. There was something unpleasant, too, in the circumstance that he never raised his eyes to meet those of another; this fact was often cited as a proof of his being something nor quite right, and said to result not from the timidity which is supposed in most cases to induce this habit, but from a consciousness that his eye possessed a power which, if exhibited, would betray a supernatural origin [26]
Al igual que el contrahecho Quilp de Dickens, el negro Jacques se deleita con la desgracia de los demás. Cuando el hijo y heredero de Ardagh nace muerto, el mayordomo ríe de alegría. Sin embargo, Ardagh está muy unido a Jacque, y lo trata como si fuera su segundo yo; “Sus órdenes son las mías”
“His commands are mine” (PP, 28)
, dice Ardagh a otro sirviente. Finalmente, Jacque deja el servicio, para alivio de todos, excepto del propio Sir Robert. Desde el día de su partida, Ardagh se hunde en la apatía, volviéndose cada vez más indiferente y abstraído. Poco a poco se va acercando a la muerte Ño así ocurre en la segunda versión de la historia de Sir Robert,
“confirmada por un testimonio personal”
“authenticated by human testimony”Ñ (PP, 22)
.
“La fortuna” es en realidad un cuento con dos versiones. En su primera versión, Le Fanu narra la “tradición”
“tradition” (PP, 21)
y le da a Sir Robert un final mucho más violento. Esta versión representa al mismo Ardagh como un
“hombre oscuro ( . . . ), taciturno, reservado y con mal temperamento”
“dark man . . . morose, reserved and ill-tempered” (PP, 15)
. A medida que pasa el tiempo, Ardagh se va aislando y se le oye discutir consigo mismo, volviéndose cada vez más inquieto y deambulando de una forma frenética. Mientras esto ocurre, Ardagh da muestras de lo que Le Fanu llama
“ataques de locura aparentes”
“paroxysms of apparent lunacy” (PP, 17)
. Finalmente, un extranjero desconocido llega a la casa y Ardagh se resiste desesperadamente a que se le admita. Se oye a Sir Robert luchando contra alguien o contra algo fuera, en el borde de un precipicio, y es hallado muerto al pie de este precipicio,
“con sus rasgos y las partes de su cuerpo apenas reconocibles”
“with hardly a vestige of a limb or feature left distinguishable” (PP, 21)
. Con la muerte, pierde los rasgos humanos físicamente reconocibles.
El hecho de que existan dos versiones de este cuento y el misterio que rodea las circunstancias de su muerte siembran la duda sobre lo que le pasó a Ardagh. A ello contribuye también el meditado distanciamiento del cuento en el pasado. Es difícil asegurar los hechos en este punto, pero ésta parece ser la intención de Le Fanu. Todos los suicidios aparentes son un misterio, especialmente en lo que se refiere a su causa. Como dijo Le Fanu en [110/111] Deseando morir (Willing to Die, el suicidio es “el más loco y misterioso de los crímenes”
“the maddest and most mysterious of crimes”. En todos los casos de felonia-de-se el asesino y el asesinado son el mismo, y ambos son siempre inaccesibles. Por tanto, con cada suicidio ocurre algo perturbador. Las investigaciones no llevan a ninguna respuesta definitiva, sólo a conjeturas. Se buscan explicaciones, pero las que hay nunca llegan a ser concluyentes. Incluso las notas de suicidio pueden ser falsas, y haber sido escritas por personas que estaban fuera de sí. Le Fanu aprovecha todo este ambiente de duda. Al poner unos “Otros” misteriosos que recuerdan a los originales por su apariencia o comportamiento Ñdobles que en el suicidio pueden ser tanto la víctima como el “auto-asesino”Ñ, Le Fanu separa metafóricamente asesinos de asesinados, y alimenta los miedos y las incertidumbres victorianas sobre la muerte por suicidio. ¿Estaba Ardagh loco? ¿Era realmente un suicida? ¿Era un horrible pecador? ¿Fue perseguido y atormentado por un oscuro desconocido, o por sí mismo? ¿Escondía algún tipo de secreto aterrador? ¿Qué es lo que lleva a un hombre a la muerte? Los lectores de Le Fanu se quedan con estas terribles preguntas, pero sin ninguna verdad segura. Tanto si es tradicional, como si está “confirmado”, ninguna narración iluminará completamente el oscuro mundo del suicidio creado por Le Fanu.
Le Fanu volvió a poner énfasis en este tema en sus posteriores cuentos sobre el “auto-asesinato”. En “Un capítulo en la historia de una familia de Tyrone” “A Chapter in the History of a Tyrone Family”) (1839), su joven heroína y principal narradora es totalmente incapaz de descifrar el misterio de la muerte de su marido. Hallado con la garganta cortada (lo que le hace un suicida más evidente que Ardagh), Lord Glenfallen se ha llevado los secretos a su tumba. Posiblemente Glenfallen era bígamo, como lo sería Rochester, el personaje de Charlotte Brontë; pero al contrario que Jane Eyre, esta historia no cuenta con un cuñado que llegue por sorpresa de Jamaica para desvelar el pasado y aclararlo todo. Si la culpa por incriminar y encarcelar a la primera Lady Glenfallen ha conducido a Glenfallen a la locura y al suicidio, nunca se sabrá. Ni siquiera su actual joven esposa sabe qué decir: “Todo, entonces, se había acabado; ya no iba a aprender nunca la historia en cuyo fin yo había estado implicada tan profunda y trágicamente”
“All, then, was over; I was never to learn the history of whose termination I had been so deeply and so tragically envolved”
, confesó tristemente.
Siguiendo su inclinación por entender los misterios que lo absorbieron, treinta años más tarde Le Fanu narra de nuevo la historia de esta joven mujer en El misterio de Wyvern (The Wyvern Mystery) (1860). De forma similar, distribuyó “Cierto relato de los últimos días del honorable Richard Marston de Dunoran” “Some Account of the Latter Days the Honorable Richard Marston of Dunoran”) (1848) en tres obras de ficción: “Cierto relato” (“Some Account”), “El invitado maldito” “The Evil Guest”) (1851) y Un nombre perdido (A Lost Name) (1868). Más tarde reescribiría “El vigilante” “The Watcher”) (1847) como “El familiar” “The Familiar”) (1872). Algunos críticos de Le Fanu han afirmado que rehizo estas historias porque le resultaba difícil encontrar argumentos (Briggs, 51). Seguramente él también estaba profundizando en una conexión entre el misterio del suicidio y la impenetrabilidad de las mentes poseídas de sus víctimas. Como él mismo había dicho sobre el cruel acoso que se lleva a cabo en “El vigilante”, “sea cual sea la verdad, en cuanto al origen y a los motivos de esta extraña persecución no puede haber ninguna duda de que, con respecto a los organismos que los llevan a cabo, un misterio absoluto e impenetrable es como llegar vivo al día del juicio final”
“however the truth [111-112] may be, as to the origin and motives of this mysterious persecution, there can be no doubt that, with respect to the agencies by which it was accomplished, absolute and impenetrable mystery is like to prevail until the day of doom” (Le Fanu, 1977; 60)
.
“El vigilante” es en varios aspectos un relato típico de las narraciones de suicidio de Le Fanu. El protagonista, el capitán Barton, está orgulloso de su racionalismo, y declara que él es “un total escéptico sobre lo que generalmente se llaman agentes sobrenaturales”
“an utter disbeliever in what are usually termed preternatural agencies” (GS, 13)
; pero sabe que, a pesar de todo, le sigue el sonido hueco de unos pasos. Un amigo también se da cuenta de que está siendo seguido por un extranjero de aspecto raro con un mein ¿? amenazante,
“Casi maniático”
“almost maniacal” (GS, 20)
. Barton tiene miedo; sin embargo, no da ninguna importancia a su perseguidor, y atribuye su miedo al exceso de trabajo. A medida que pasa el tiempo, Barton se va agotando, pero no su vigilante. Sometido ahora a unos
“demonios azules”
“blue devils”
N. del T. : Con esta expresión se hace referencia en inglés a un estado de tristeza y melancolía. En la traducción se ha decidido mantener literalmente para conservar esa connotación de hechizo o posesión demoníaca (descritos en la época de Le Fanu como el abatimiento o la melancolía hipocondríaca), Barton se descubre en un estado de ensimismamiento. El perseguidor se ha convertido en una
“aparición”
“apparition” (GS, 29)
para él. Profundamente perturbado, Barton consulta a un sacerdote y a un alto oficial del ejército sobre su difícil situación. Mientras que el clérigo le dice que él es su
“propio atormentador”
“own tormenter” (GS, 35)
, el general se ofrece amablemente para
“atrapar al fantasma”
“collar the ghost” (GS, 40)
y liberar a su amigo.
Desafortunadamente, acaba probándose que el sacerdote tenía razón: a Barton la única libertad le llegará con la muerte, y su último alivio lo conseguirá a través del autocastigo. Al igual que Ardagh y muchos otros suicidas, pierde la esperanza y la joie de vivre, volviéndose misteriosamente tranquilo. Busca un último encuentro con su demonio, se le oye gritar de un modo penetrante en su agonía, y finalmente es hallado muerto. En una especie de posdata o coda a su cuento, descubrimos que ocho años antes Barton había formado una unión culpable con una chica a la que maltrató y que, a consecuencia de esto, murió de un ataque al corazón. Los demonios azules de Barton, por tanto, eran los vengadores de esta primera muerte, y ningún miembro del sistema imperante, con ánimo racional, pero desconocedor de lo ocurrido, ya fuera doctor, sacerdote o militar, tenía el poder de pararlos. En último extremo, Barton cae víctima de su propio pasado.
Éste es el destino de todos los asesinos que hay entre los suicidas de Le Fanu. En Jaque mate (Checkmate) (1871), el que fuera asesino Yelland Mace llega hasta el punto de reconstruirse la cara para que se adapte a lo que él espera que sea una nueva vida y un nuevo nombre, Walter Longcluse; pero el fantasma de Mace se apodera de Longcluse, que termina cansado de sí mismo. En el mundo ficticio de Le Fanu, cualquiera que sea la cara o el nombre de un hombre, no puede eludir ni negar su pasado, que ha dejado su impronta en él. Por eso, cualquier cambio de aspecto o de porvenir, como cuando se traslada a Inglaterra, son insuficientes para salvar a Mace/Longcluse, que finalmente se envenena a sí mismo movido por al desesperación. De alguna forma ansioso por ser transformado, pero incapaz de una conversión interior, Mace/Longcluse recurre al más desesperado de todos los remedios. [112/113]
Sobre este hombre en jaque mate, hay algo vulnerable y digno de compasión. Con respecto a Silas Ruthvyn de Tío Silas (Uncle Silas) (1864), en cambio, no hay nada que compadecer. Silas es el alter ego oscuro de Austin Ruthvyn, un doble de su propio hermano. Cuando este hermano muere y su hija, Maud, es enviada a vivir con Silas, Le Fanu desdobla el extraño misterio de su personalidad. Junto con la joven Maud Ruthvyn, la narradora de Le Fanu, nos preguntamos: ¿quién es Silas? ¿Qué es él? Poco a poco descubrimos que él es cualquier cosa excepto un hombre santo, honesto y sabio, aunque al principio parece ser los tres. El propio Silas es el fantasma de un hombre. Aislado en un mundo de láudano y visiones Swedenborgianas, parece un espectro a los ojos de su sobrina:
“El tío Silas no se apartaba de mi mente; su voz tan cristalina para un viejo como él . . . , tan sobrenaturalmente suave; la dulzura y gentileza de sus modales; su aspecto risueño, doliente, espectral. Ya no era una sombra, ahora le había visto en carne y hueso. Pero, después de todo, ¿era más que una sombra para mí? Al cerrar los ojos seguía viéndolo ante mí, el luto nigromántico, de una palidez cenicienta que yo contemplaba con miedo y pena, un rostro tan deslumbrantemente pálido, y aquellos ojos hundidos, fieros y terribles. A veces parecía como si abriese la cortina y hubiese visto un fantasma” [Joseph Sheridan Le Fanu. Tío Silas. Trad. de Sorozábal Serrano, Madrid: Ediciones Siruela. 1989: 331]
“Uncle Silas was always before me; the voice so silvery for an old man — so preternaturallysoft; the manners so sweet, so gentle; the aspect, smiling, suffering, spectral. It was no longer a shadow; I had now seen him in the flesh. But after all, was he more than a shadow to me? When I closed my eyes I saw him before me still, in necromantic black, ashy with a pallour on which I looked with fear and pain, a face so dazzlingly pale, and those hollow, fiery, awful eyes! It sometimes seemed as if the curtain opened, and I had seen a ghost” (Le Fanu, 193-194)
Silas está poseído por él mismo, pero también es despiadado, como podría indicar su nombre. Habiendo ya cometido un asesinato, está deseando matar otra vez Ðesta vez a su joven sobrina. Salvada por su ingenio, Maud vive para contar su historia y para intentar descifrar el enigma de su perseguidor (Silas), “un hijo de la esfinge” [Joseph Sheridan Le Fanu. Tío Silas. Trad. de Sorozábal Serrano, Madrid: Ediciones Siruela. 1989: 201]
“child of the Sphinx” (US, 116)
.
Sin embargo, incluso al final, Silas escapa tanto de Maud como de sus lectores. Según parece, muere de una sobredosis de láudano que, como concluyen las investigaciones, ha sido “administrada por él mismo” [Joseph Sheridan Le Fanu. Tío Silas. Trad. de Sorozábal Serrano, Madrid: Ediciones Siruela. 1989: 709]
“accidentally administered by himself” (US, 423)
. Pero Silas es un experto en dosificación, y, por tanto, es poco probable que por error se haya tomado demasiado, o demasiado poco. ¿Acaso el tío Silas ya había tenido suficiente maldad, suficiente vida? De nuevo, tampoco aquí puede probarse el suicidio. Refiriéndose a las novelas de misterio, Patrick Brantlinger ha observado que éstas resultan paradójicas porque
“concluyen de manera que eliminan el misterio: al final, no son en absoluto misteriosas”
“conclude in ways that liquidate mystery: they are not finally mysterious at all” (Brantlinger, 21)
. Esto no podría decirse nunca de una novela como Uncle Silas, donde hasta casi el final de la novela pensamos que la víctima del asesinato de Silas ha sido un suicida; donde los personajes de la novela han confirmado que este hombre se había suicidado hacía años; y donde el enigma de la muerte de Silas Ruthvyn queda sin resolver.
En los suicidios de Le Fanu comentados hasta el momento falta la reflexión personal de las víctimas. No hay cartas de suicidio, ni confidencias compartidas. Pero en las historias del Doctor Hesselius, de En un vidrio misterioso (In a Glass Darkly) (1872), sucede algo muy diferente. El ayudante de Hesselius, en “El Juez Harbottle” (“Mr. Justice Harbottle”), ve un papel importante con la escritura del juez, y tiene acceso así a uno de los “sueños” de Harbottle, que [113/114] acerca mucho más al lector al mundo de lo poseído. El sueño está lleno tanto de presencias fantasmagóricas de las víctimas que habían sido severamente juzgadas y ejecutadas por mandato de Harbottle, como de una enorme “una imagen distorsionada de sí mismo, su propio retrato exagerado” [Joseph Sheridan Le Fanu, “El Juez Harbottle” en Los archivos del Doctor Hesselius, trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar, 2002: 129]
“dilated effigy”
del propio juez Ñel doble del Juez superior,
“una representación, en fin, del propio juez Harbottle, dos veces más grande que él mismo, sin embargo exhibía espantosamente magnificada toda su ferocidad” [Joseph Sheridan Le Fanu, “El Juez Harbottle” en Los archivos del Doctor Hesselius, trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar, 2002: 129]
“an image of Mr. Justice Harbottle, at least double his size, and with all his fierce colouring, and his ferocity of eye and visage enhanced awfully” (Le Fanu, 1977; p. 275)
. El mundo del sueño de Harbottle divide así a sus torturadores en dos grupos, el de los “Otros” exteriorizados, y el del alter ego, más grande que en la vida real; y el arte de Le Fanu nos ha conducido directamente a través de la oscura puerta de la pesadilla de Harbottle. Este segundo y surrealista juez condena a Harbottle a morir por sus crímenes en el plazo de un mes, y le deja estas cuatro semanas de
“demonios azules”
“blue devils”
N. del T. : Con esta expresión se hace referencia en inglés a un estado de tristeza y melancolía. En la traducción se ha decidido mantener literalmente para conservar esa connotación de hechizo o posesión demoníaca. José Luis Moreno-Ruiz, en cambio, elimina esta expresión, dejándola en “se mostraba inquieto y aprensivo” (p. 134)> y razonamientos de desesperación, antes de ser encontrado colgando de la barandilla al final de su escalera, donde es declarado felo-de-se por un juez de instrucción.
En las historias de fantasmas de In a Glass Darkly, Le Fanu se vuelve mucho más precavido a la hora de atribuir las muertes por suicidio. No hay ningún epílogo que explique la culpabilidad de Harbottle, ni se oyen las melodramáticas convulsiones de la muerte. Sólo hay una mención a la “evidencia médica que muestra que, en su estado atrabiliario, era perfectamente posible que se hubiera quitado la vida”
“medical evidence to show that in his atrabilious state it was quite in the cards that he might have made away with himself” (IGD, 298)
. A pesar de las injusticias de Harbottle y de la jerga médica, aquí los motivos y el misterio del suicidio se intensifican, y esto es incluso más evidente en el caso del Reverendo Mr. Jennings en “Té verde”. Jennings es el único de los suicidas de Le Fanu que es un buen hombre y que aparentemente no tiene ninguna culpa o razón para matarse a sí mismo. No es indiferente al resto, ni despiadado, ni lascivo, ni está lleno de arrogante racionalismo. No parece que tenga ninguna necesidad de autocastigarse. Con todo, él es el que está más turbulentamente poseído de entre todos los suicidas, y la suya es también la historia de autodestrucción más cuidadosamente documentada. No sólo lo registró Hesselius, sino también el narrador del cuento y un actor del drama; incluso el aburrido de Jennings es igualmente un esmerado y detallista observador, y un reveader (¿?) de su torturador, su entorno, y sus propios estados anímicos.
La de Jennings es una historia rara: un clérigo, con pocos malos hábitos (aunque durante un tiempo fue adicto al té verde fuerte). Cuatro años antes había empezado a trabajar intensamente en un estudio sobre la metafísica religiosa de los antiguos, a la vez que bebía té de forma continua; pero al mismo tiempo nunca había sentido la vida tan agradable. Sin embargo, de repente, estando sentado en el autobús, se sorprende al ver un mono pequeño y negro, con unos brillantes ojos rojos. Al principio cree que es real, pero cuando trata de tocarlo con su paraguas, el objeto parece atravesar al animal. El horror crece a medida que la relación de Jennings con su aparición evoluciona en un proceso que Hesselius registra en tres etapas. Primero, Jennings considera que el mono es la manifestación de [114/115] una enfermedad. Después, cree que es un ser infernal. Finalmente, lo oye “como una salmodia que perforase mi cabeza” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 42]
“singing through” (80)
su cabeza, incitándole al crimen y a la autodestrucción. Por la época en que consulta a Hesselius, Jennings se halla ya al borde de la total desesperación. Hesselius, sin embargo, le garantiza una cura, asegurándole que ha tenido un gran porcentaje de éxito en casos similares. Jennings va a llamar a Hesselius cuando, en ese mismo instante, la aparición regresa. Inevitablemente, el mono vuelve, pero cuando lo hace, Hesselius está incomunicado, trabajando (irónicamente) en el caso de Jennings. Y para cuando Hesselius llega hasta Jennings, el sacerdote se ha cortado la garganta, movido por la desesperación.
En su estructura general, esta historia resulta suficientemente misteriosa; pero cuando se intenta averiguar por qué el pobre Jennings es aquí una víctima, es todavía más misteriosa. ¿Cómo justificar la aparición ante un hombre tan decente de ese mono con mirada turbia, maligno, negro y con aura rojiza? Le Fanu da varias explicaciones, pero ninguna es muy satisfactoria. En primer lugar, hay una introspección Swedenborgiana en este caso. En un esfuerzo por entender su situación, Jennings había estado leyendo Arcana Celestia, de Swedenborg. De acuerdo con Swedenborg, los espíritus malignos del infierno pueden habitar el mundo de los seres humanos durante un tiempo. Cuando lo hacen, ya no están más en el tormento infernal, sino que residen en los pensamientos y en los sentimientos de la persona con quien se asocian. En esta situación aparecen como “correspondencias” de aquello que está en los ojos de sus aliados infernales, y toman “la forma de la bestia (fera) que representa su concupiscencia esencial y su vida particularmente depravada” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 25]
“the shape of the beast (fera) which represents [the] particular lust and life, in aspect dire and atrocious” (IGD, 31)
de sus aliados humanos.
Si el mono representa la lujuria y la vida de Jennings Ðuna Swedenborgiana o pre-Freudiana manifestación de su lado más oscuro, una especie de retrato de Dorian Gray-, apenas hay evidencia en “Té verde” de que Jennings haya merecido semejante íncubo. Sus únicos vicios parecen haber sido el té verde y la metafísica antigua, y el té lo había dejado ya por completo. La visión del mono no ha sido inducida por la droga. Sin embargo, podría haber sido inducida por el sentimiento de culpa; y el Swedenborg de Le Fanu también dice que el hombre asociado con un espíritu debe ser un hombre de buena fe, pues “el señor me ha preservado de continuo” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 24]
“continually protected by the Lord” (IGD, 29)
. Retrospectivamente, Jennings admite que la búsqueda de la antigua metafísica es
“muy dañina para la mente . . . Para la mente de un cristiano, quiero decir . . . ” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 31-32]
“good for the mind — Christian mind” (UGD, 46-7)
. Posiblemente se sentía culpable por su recreación en el paganismo; y es verdad que el mono empieza a infligirle tormentos en la iglesia, adueñándose de su libro abierto, de modo que Jennings no puede leer a su congregación; en una segunda fase, interrumpe constantemente a los feligreses. Pero Jennings persiste en sus responsabilidades de oración y de sacerdote, y nunca lo vemos abandonando los intentos de comunicación con el Dios cristiano. Si la apostasía es el crimen de Jenning, Le Fanu no parece muy deseoso de hacerlo evidente, aunque los lectores victorianos de “Té verde” seguramente habrían estado preparados para [115/116] relacionar las dudas religiosas y el suicidio. Los periódicos diarios y semanales, así como el Annual Register, estaban llenos de suicidios atribuidos a la “melancolía religiosa”. Jennings, sin embargo, muestra algo más que los habituales síntomas melancólicos de duda y depresión: él vive en el horror extremo de su mono peculiar y rojizo.
Las explicaciones médicas sobre las condiciones y la muerte de Jennings son incluso menos satisfactorias. Hay tres médicos involucrados en el caso, y ninguno de los tres logra ayudarlo. Antes de consultar a Hesselius, Jennings va a ver al doctor Harley, al que describe como “una mente paralizada ( . . . ), el intelecto casi muerto ( . . . ) un materialista” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 26]
“a paralytic mind, an interest half dead . . . a mere materialist” (IGD, 36)
. Es obvio que el eminente Harley no se cree mucho la historia del mono. Hesselius, sin embargo, se ha ganado la confianza de Jennings, porque su medicina es de una naturaleza diferente. Influido también por Swedenbog, Hesselius cree que algunas veces hay introspecciones humanas que pasan del mundo material al mundo espiritual. Si este velo se desgarra, durante un tiempo
“lo inmortal y lo mortal [se convierten en extraños compañeros], tras entrar en acción recíproca prematuramente” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 48]
“the mortal and inmortal prematurely make acquaintance” (IGD, 89)
. Al consultar a Hesselius, cuyos escritos ya ha leído, Jennings se autodiagnostica. Le gusta la introspección Swedenborgiana en su problema, pero él busca preferentemente un médico, más que la solución de Swedenborg de una protección divina. Desafortunadamente, Hesselius demuestra que tiene escaso control sobre el arte de curar. Es un empirista descuidado, irresponsable con sus obligaciones, y un espiritista muy materialista. Comienza con una “teoría” sobre Jennings incluso antes de conocer su caso; además, nunca está localizable en el momento en que su paciente lo necesita. Finalmente, su decepción le llega no cuando pierde a Jennings como hombre, sino cuando pierde a Jennings como caso clínico. Lleno de hybris y de negación, se siente burlado porque no ha tenido la oportunidad de hacer a Jennings su quincuagésimo octavo caso de éxito en cerrar el ojo interno del paciente. Todo lo que necesita, piensa él, es un tratamiento del fluido del cuerpo humano que es común con el de los espíritus. Desde que el té verde abriera el ojo interior de Jennings, algo tan simple como el agua de colonia podría haberlo cerrado. Irónicamente, estas absurdas presunciones materiales son las más profundas que el gran doctor Hesselius puede ofrecer. Sin embargo, son cuidadosamente prologadas y editadas por otro joven doctor que está traduciendo los más sorprendentes casos de Hesselius con un interés reverencial.
En el párrafo final de Hesselius y de Le Fanu, Hesselius se desvincula totalmente de Jennings. De acuerdo con Hesselius, Jennings no fue realmente un fallo suyo, puesto que en realidad nunca fue uno de sus pacientes. Hesselius no había empezado una cura, y menos mal. Después de todo, por lo que finalmente sucumbe Jennings Ñconcluye HesseliusÑ no es por el ojo interior abierto, sino por una “manía suicida hereditaria” [Joseph Sheridan Le Fanu, “Té verde”, en Los archivos del Doctor Hesselius. Trad. José Luis Moreno-Ruiz. Madrid: Valdemar. 2002: 51]
“hereditary suicidal mania”
, altisonante término victoriano de un significado muy amplio, que ya había matado a FitzRoy, del H. M. S. Beagle, y a otros muchos victorianos menos eminentes [116/117] (una especie de pecado original victoriano). Así que, mientras Hesselius y su editor terminan la historia mostrándose irresponsables y ridículos, los lectores de Le Fanu continúan confusos sobre el mono fantasmagórico y el sacerdote poseído. Lo que les devuelve otra vez a las mismas permanentes preguntas: ¿Por qué un hombre, contento con su trabajo, puede verse atormentado por un mono espectral? ¿Es esta bestia un símbolo de la lujuria, o de la misteriosa jungla, o del misterioso Este? ¿O es un primitivo ancestro de la humanidad? Y, lo que es más importante, ¿por qué este mono llevaría a un hombre a quitarse la vida? Como las propias respuestas de Hesselius al respecto, la última pregunta empieza a parecer bastante absurda.
Seguramente Le Fanu quería que fuera así. Como Jack Sullivan dice sobre “Té verde”, “el extraño poder de este cuento radica en la ironía de que algo intrínsecamente ridículo puede llevar al hombre a destruirse a sí mismo”
“the strange power of the tale lies in the irony that something intrinsically ridiculous can drive a man to destroy himself” (14)
. Aquí Le Fanu revela la tediosidad de la misma vida humana, su susceptibilidad a los cambios repentinos, inesperados Ðy, aparentemente, sin sentido-, así como nuestras limitaciones y las de los victorianos para hacer frente a estos cambios. “Té verde” nos atrapa porque la historia de Jennings es la narración más profundamente conflictiva de Le Fanu, y el espectro del mono es su espectro más profundamente perturbador. Mientras oímos cómo se lo cuenta a Hesselius, nos compadecemos de este hombre atormentado. Jennings no es un aristócrata decadente, ni un xenófobo, ni un asesino, ni la representación de una clase profesional desalmada, como Harbottle o incluso como Hesselius. Jennings se parece a “Everyman” N. del T. : “Everyman” es el protagonista de una obra de teatro homónima del siglo XV. A partir de ahí, en literatura “Everyman” pasa a ser la representación de un hombre con el que todo el mundo puede identificarse, y que a veces es expuesto a circunstancias extraordinarias>, incluso a un hombre superior, cuyo intelecto y decencia no son suficientes para salvarlo de su pesadilla. Demonios azules, té verde, locura hereditaria, melancolía religiosa . . . Le Fanu no ofrece ninguna explicación satisfactoria para la queja de Jennings. Su enfermedad refleja el malestar victoriano y alimenta nuestro propio desasosiego cuando pensamos cuál es la verdadera causa de que una persona no quiera vivir. En una era saturada de Aberglaube (alemán: superstición) (Las creencias “extra” de Arnold,
“más allá de lo que es cierto y verificable”
“beyond what is certain and verifiable” -Arnold, 112
) e impregnada de una cierta “Nachshein of Christianity” (Carlyle, 165) que alejan del suicidio a hombres como Teufelsdröckh y Carlyle, un inquietante mono parece haberse convertido en el símbolo adecuado para representar un inexplicable deseo de morir. Y una historia de fantasmas — misteriosa e igualmente inexplicable — debió parecerle a Le Fanu la forma perfecta para transmitir el último misterio del suicidio.
Los misterios de Le Fanu son también fantasías victorianas, que cumplen la definición de Todorov de lo fantástico como “la duda experimentada por la persona que conoce sólo las leyes de la naturaleza confrontando un evento aparentemente sobrenatural”
“that hesitation experienced by a person who knows only the laws of nature confronting an apparently supernatural event” (Todorov, 25)
. Ellos proponen la existencia de otros seres espirituales, pero dudan en confirmarlo. Como las conjunciones dickensianas de personajes sentimentales, suicidas y muertes, las fantasías victorianas juegan con la idea de la sustitución o el doble (en el caso de Jennings con una versión ficticia de un doble autoscópico). En la autoscopia, un individuo se crea la alucinación de un segundo yo, ya sea por ansiedad, fatiga, [117/118] drogas, o psicosis (Rogers, 14-15).
Modificado por última vez 28 de junio de 2008; traducido marzo 2010