[Quinta parte de «El renacimiento religioso y la transformación de la sensibilidad inglesa a principios del siglo XIX» © Herbert Schlossberg. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
os hijos de Wilberforce creían que la vocación de su padre consistía en llevar a las clases altas el mensaje que Wesley había traído a las clases bajas — «elevar su voz en las altas esferas del país, y hacer dentro de la Iglesia, y cerca del trono, lo que Wesley había logrado en las reuniones y entre la multitud». Y citaban la comprensión particular de Wilberforce sobre su misión: «Dios ha puesto ante mí como objeto la reforma de las costumbres de mi país» [Wilberforce, Life of Wilberforce, 1:130]. Durante aproximadamente medio siglo, hasta que su naturaleza cambió en la década de 1830, éste fue un movimiento cuyo enfoque abarcaba tanto el alma como el cuerpo, es decir, se movía por la convicción de la existencia de una conexión entre el estado espiritual interno y la actividad externa y que en consecuencia, su responsabilidad residía en ambas esferas. Los evangélicos implícitamente, algunas veces explícitamente, repudiaban tanto un pietismo que negaba la importancia de lo físico y de lo social como una moralidad que se comportaba como si fuera todo lo existente. Su centro de influencia más destacado fue un barrio de las afueras de Londres llamado Clapham, en el que vivía un número de ellos, razón por la cual sus enemigos les denominaron «la secta Clapham». Los miembros más conocidos del grupo, quienes a su vez estaban en el Parlamento, fueron denostados como «los santos». Además de Clapham, existía un grupo importante en Cambridge bajo el liderazgo de Isaac Milner y Charles Simeon. Y cerca de Bristol vivía la escritora más prolífica de todos los evangélicos, Hannah More. Como muchacha provinciana, se había introducido brillantemente en la sociedad intelectual londinense. Samuel Johnson, de quien se dice que la consideraba como la poetisa femenina más distinguida que escribía en lengua inglesa, llegó a convertirse en su amigo íntimo. Hannah también se volvió íntima del famoso actor inglés, David Garrick y de su esposa. Estos evangélicos, sólo los más prominentes de una parte de la Iglesia cada vez mayor e influenciable, permanecieron leales a sus raíces anglicanas, aunque durante algunos años sus miembros mantuvieron vínculos estrechos con los disidentes, de tal manera que en ocasiones tuvieron que encarar sarcasmos sobre su inclinación metodista.
Desde diversos centros, los evangélicos trabajaron para restaurar la imagen moral de la Iglesia y del país en concordancia con los niveles apropiados de una Iglesia nacional renovada. Este intento fue lo suficientemente coordinado y público como para llevar a un historiador moderno a denominarles «los soldados de caballería salteadores de la decencia cristiana» [Foster, An Errand of Mercy, 30]. La crítica, entonces y ahora, fue que estos individuos de clase media y alta estaban deseosos de restringir los vicios, normalmente inofensivos, de los pobres — los juegos dominicales, las peleas de gallos y otros deportes de animales — mientras permitían a las clases altas hacer lo que les apetecía. [Ésta es por ejemplo la postura de J.L. and Barbara Hammond, The Village Labourer, 216]. Esta acusación no tenía ninguna base. El libro de Wilberforce Una visión práctica del sistema religioso prevalente de los cristianos declarados pertenecientes a la clase media y alta en este país contrastada con el Cristianismo real, publicado en 1797 y editado en numerosas ocasiones (para sorpresa de su editor, quien asumió que quinientas ediciones de una edición anónima bastarían), estaba dirigido específicamente a conciliar la creencia y moralidad de las clases altas con su profesión de fe. Cuando Thomas Chalmers, que posteriormente se convirtió en el ministro escocés más famoso, leyó este libro, se transformó en un ministro activo que englobaba la búsqueda de las conversiones evangélicas junto con el dinamismo de un ministerio eclesiástico para sacar a la gente pobre de una vida de dependencia. Lo hizo ideando un sistema de bienestar social basado en la Iglesia muy diferente al que prevalecía [Thomas Chalmers, 55ff]. Su biógrafo moderno ve la misión de Chalmers como «un esfuerzo por implementar una sociedad cristiana ideal [xv].
Incluso el libro más encaminado de Hannah More, agudamente titulado Pensamientos sobre la importancia de las costumbres de los poderosos con respecto a la sociedad general, argumentaba que la moralidad pública nacional permanecería en un abismo hasta que aconteciera una reforma auténtica de la moralidad entre los ricos y los poderosos:
La reforma debe empezar por los poderosos, o nunca será eficaz. Su ejemplo es la fuente de la cual la gente vulgar extrae sus hábitos, acciones y personalidades. Esperar reformar a los pobres mientras los opulentos son corruptos, es arrojar fragancias en la corriente mientras los arroyos están envenenados. [78]
Con su hermana Marta, Hannah More emprendió aportar la educación y la salud a la gente pobre de una región rural atrasada en contra de la oposición de casi todo el mundo con medios y reputación. Este proyecto tuvo sus cimientos cuando Wilberforce y su hermana visitaron a las hermanas More y ante su petición fueron a visitar los acantilados de Cheddar. Cuando regresaron, Wilberforce parecía abatido y las hermanas More notaron que la comida consistente en pollo frío y vino con la que le habían agasajado permanecía intacta. Posteriormente, bajó de su habitación y relató su sorpresa y consternación al ver el estado de vida brutal y salvaje de los pueblecitos circundantes. Instó a las hermanas a poner manos a la obra como asunto de caridad cristiana: «Si os tomáis la molestia, yo correré con los gastos». Durante muchos años después, el dinero de Wilberforce y de amigos se fue en la labor, y las hermanas consagraron el resto de sus vidas a fundar colegios, servicios religiosos, asociaciones para mujeres, y algún atisbo de actividad económica. Wilberforce dejó escrito incluso en su testamento que en caso de fallecimiento temprano la labor no se sumiera en un punto muerto. [La mejor fuente de sus esfuerzos se encuentra en las memorias de Marta More, Mendip Annals. De interés especial en este libro son los relatos de posturas opuestas a sus trabajos por parte de los pesos pesados de la comunidad que pensaban que era peligroso o en cierto modo inapropiado que la gente pobre aprendiera a leer].
Modificado por última vez en 19982;
traducido 2 de noviembre de 2010